martes, 5 de marzo de 2013

PARMENIDES





El fundador del eleatismo es Parménides. La grandeza de Parménides se
manifiesta ya en la admiración que suscitó en Platón: éste lo utilizó como
personaje principal del diálogo que señala el punto crítico de su
pensamiento y que se intitula como su nombre; y lo designa (Teet., 183
e) como "venerando y a la vez terrible".
Parménides era ciudadano de Elea o Velia, colonia fócense situada en la
costa de Campania, al sur de Paestum. Según las indicaciones de
Apolodoro, que sitúa su florecimiento en la 69a Olimpiada, habría nacido
en el 540-39; pero esta indicación está en contraste con el testimonio de
Platón, según "el cual Parménides tenía 65 años cuando, acompañado por
Zenón, fue a Atenas y se encontró con Sócrates, entonces muy joven
(Parm., 127 b, Teet., 183 e·, Sof., 217 c). Dada la gran elasticidad de las
indicaciones cronológicas de Apolodoro, no hay motivo para poner en
duda el repetido testimonio de Platón: así, pues, se debe considerar como
probable que Parménides hubiese nacido hacia el 516-11. Aristóteles
refiere en términos dubitativos la indicación de que Parménides hubiese
sido discípulo de Jenófanes; pero, puesto que se debe excluir, como se ha
visto, que Jenófanes haya fundado una escuela en Elea, la indicación
aristotélica tal vez no signifique más que Parménides recogió la corriente
de pensamiento iniciada por Jenófanes. Según otras indicaciones (Dióg.
Laer, IX, 21; Diels, A 1), Parménides recibió su educación filosófica del
pitagórico Ameinias y llevó una "vida pitagórica". Es el primero que ha
expuesto su filosofía en un poema en hexámetros. Jenófanes expuso
ciertamente en versos sus ideas filosóficas, pero de manera ocasional,
entremezclándolas con sus poesías satíricas. Anaximandro, Anaximenes y
Heráclito habían escrito en prosa. El ejemplo de Parménides fue seguido
únicamente por Empédocles. Del poema de Parménides, que
probablemente sólo tiempo después se citó con el título En torno a la
naturaleza, nos quedan 154 versos.
El poema estaba dividido en dos partes: la doctrina de la verdad
(a)lh/qeia) y la doctrina de la opinión (δόξα). En esta última parte
Parménides exponía las creencias del hombre común, proponiéndose,
empero, respecto a ellas, un objetivo valorador y normativo. "Aprenderás
también esto: cómo sean verosímilmente las cosas aparentes, para quien
las examina en todo y por todo" (fr. 1, v. 31). En consecuencia,
Parménides presenta un complejo de teorías físicas probablemente de
inspiración pitagórica. Al dualismo del límite y de lo ilimitado, hace
corresponder el de la luz y de las tinieblas, que tal vez no era desconocido
para los mismos pitagóricos; y considera la realidad física como un
producto de la mezcla y a la vez de la lucha de estos dos elementos (fr. 9,
Diels). La oposición entre estos dos elementos ha sido interpretada, a
partir de Aristóteles, como oposición entre el calor y el frío. "Parménides,
dice Aristóteles (Fis., I, 5, 188 a, 20) toma como principio el calor y el
frío, a los que llama él fuego y tierra." De esta forma, el dualismo de
Parménides lo volvió a admitir Telesio en el Renacimiento. Pero esta parte
en la cual Parménides se limita a exponer las opiniones de los mortales",
contentándose con corregirlas según una mayor verosimilitud, no tiene
más importancia que la de demostrar que Parménides quería hacer valer
las exigencias de su método de investigación aun en aquel dominio de la
opinión al cual la verdad es extraña, para llevarlo a una mayor
verosimilitud.
El tema original de su filosofía es la contraposición entre la verdad y la
apariencia. "Solo dos caminos de investigación se pueden concebir. El uno
consiste en que el ser es y no puede no ser; y éste es el camino de la
persuasión, puesto que le acompaña la verdad. El otro, que el ser no es y
es necesario que no sea; y esto, te digo, es un sendero en el cual nadie
puede persuadirse de nada" (fr. 4, Diels). Por eso "sólo hay un camino
para el discurso: que el ser es" (fr. 8). Pero este camino no puede ser
seguido más que por la razón, puesto que los sentidos se detienen, por el
contrario, en las apariencias y pretenden atestiguarnos el nacer, el perecer,
el mudar de las cosas, es decir, a la vez su ser y su no ser. En el camino
de la apariencia es como si los hombres tuviesen dos cabezas, una que ve
el ser, otra que ve el no ser, y vagaran de acá para allá como tontos e
insensatos, sin poder darse cuenta de nada. Parménides quiere alejar al
hombre de la investigación sensible, quiere hacerle perder la costumbre de
dejarse dominar por los ojos, por los oídos y por las palabras. El hombre
debe juzgar con la razón y considerar con esta las cosas lejanas como si
las tuviera delante.
Ahora bien, la razón demuestra en seguida que no se puede ni pensar ni
expresar el no ser. No se puede pensar sin pensar algo; el pensar en nada
es un no pensar, el no decir nada es un no decir. El pensamiento y la
expresión deben en cualquier caso tener un objeto y este objeto es el ser.
Parménides determina con perfecta claridad el criterio fundamental de. la
validez del conocimiento que había de dominar toda la filosofía griega: el
valor de verdad del conocimiento depende de la realidad del objeto; el
verdadero conocimiento no puede ser más que conocimiento del ser, esto
es, de la realidad absoluta. Tal es el significado de las famosas
afirmaciones de Parménides: "El pensamiento y el ser son lo mismo" (fr.
3, Diels). "Lo mismo es el pensar y el objeto del pensamiento: sin el ser
en el cual el pensamiento se expresa, tú no podrías encontrar el
pensamiento, puesto que no hay ni habrá nada fuera del ser" (fr. 8, v.
34-37).
Al ser que es objeto del pensamiento, Parménides atribuye los mismos
caracteres que Jenófanes había dado al dios-todo. Pero estos caracteres los
reduce él a una sola modalidad fundamental, que es la de la necesidad.
"El ser es y no puede no ser" (fr. 4, Diels) es la tesis principal de
Parménides: tesis que expresa lo que es para él el sentido fundamental del
ser en general y que constituye el principio directivo de la investigación
racional. La necesidad respecto al tiempo es eternidad, es decir,
contemporaneidad, totum simul; respecto a lo múltiple es unidad,
respecto al devenir (o sea, al nacer y perecer) es inmutabilidad (fr. 8, 2-4,
Diels). En particular, Parménides no entiende la eternidad como duración
infinita, sino como negación del tiempo. "El ser nunca ha sido ni será,
porque es ahora todo el, uno y continuo." Parménides fue el primero que
elaboró el concepto de eternidad. Y, en efecto, el ser no puede nacer ni
perecer, puesto que habría de proceder del no ser o disolverse en él, lo
que es imposible porque del no ser no se puede hablar. El ser es
indivisible porque es todo igual y no puede ser en un lugar más o menos
que en otro; es inmóvil porque reside en sus propios límites; es finito
porque lo infinito es incompleto y al ser no fe falta nada. El ser es lo
completo y la perfección; y en este sentido precisamente fínitud. Como
tal, Parménides lo compara con una esfera homogénea, inmóvil,
perfectamente igual en todos los puntos. "Pues hay un límite extremo, el
ser es perfecto por todas partes, parecido a la masa redondeada de una
esfera igual desde el centro a cualquiera de sus partes" (fr. 8). Por eso,
pues, el ser es lleno, en cuanto es completamente presente a sí mismo y
en ningún punto incompleto o deficiente de sí; el ser es autosuficiencia.
Alguna de estas determinaciones, por ejemplo, la de la plenitud, y el
parangón de la esfera, han hecho pensar en una corporeidad del ser según
Parménides. A partir de Zeller, se ha afirmado que ni Parménides ni los
demás filósofos presocráticos se han elevado a la distinción entre corpóreo
e incorpóreo: como si fuese verosímil que hombres que lograron tal altura
de abstracción especulativa pudiesen no haber concebido la primera y más
elemental de tales abstracciones, la distinción entre lo corpóreo y lo
incorpóreo. En realidad, la plenitud del ser significa su autosuficiencia
perfecta, por la cual al ser no le falta ninguna de sus partes o no tiene
defecto de sí en ninguna de ellas; y la esfera no es, como demuestra el
texto, más que un término de comparación que Parménides emplea para
demostrar la finitud del ser, cuyos límites no son negatividad, sino
perfección. Se ha aducido, pues, para hallar la corporeidad del ser
parmenídeo, una frase de Aristóteles, la cual dice que Parménides y
Meliso "no admitieron más que las sustancias sensibles" (De coel., III, 1,
298 b, 21). Pero Aristóteles, que algunas líneas antes había dicho que
estos filósofos "no hablaban como físicos", esto es, no se ocupaban de las
sustancias corpóreas, pretende sólo decir, con aquella frase, que dichos
filósofos no han admitido aquellas sustancias intelectuales (las inteligencias
celestes) a las cuales, según él, se pueden referir la ingenerabilidad y la
incorruptibilidad que los eleatas atribuyen al ser. En realidad, Parménides
formulo por primera vez con absoluto rigor lógico los principios
fundamentales de aquella ciencia filosófica que muchos años más tarde se
llamará ontología.
Reveló, en efecto, con toda su potencia lógica aquella normatividad
intrínseca del ser que ya los filósofos jonios y especialmente Anaximandro
habían expresado en el concepto de sustancia. Vuelve a emplear, para
expresar la necesidad del ser, los mismos términos de que se había servido
Anaximandro: la ley férrea de la justicia (di/kh) ο del destino (moi=ra). "La
justicia no afloja sus cadenas ni deja que algo nazca o sea destruido, antes
bien mantiene firmemente todo cuanto es" (fr. 8, v. 6). "Nada hay ni
habrá fuera del ser, puesto que el destino lo ha encadenado de manera tal
que permanezca entero e inmóvil" (fr. 8, v. 36). La justicia y el destino
no son aquí fuerzas míticas: son términos que sirven para expresar con
evidencia intuitiva y poética la exigencia lógica absoluta del ser, que no
puede no ser. Por primera vez en Parménides, el problema del ser se
plantea como problema metafísico ontológico, es decir, en su máxima
generalidad y no sólo como problema físico. La pregunta "¿qué es el
ser? " cuya respuesta ha querido dar Parménides, no es equivalente a la
pregunta "¿que es la naturaleza?" cuya respuesta habían buscado los
filósofos anteriores, incluso el propio Heráclito. En primer lugar, el ser de
que habla Parménides no es solo el ser de la naturaleza sino también el
del hombre, el de las comunidades humanas o de cualquier cosa pensable;
y en segundo lugar, no tiene una relación directa con las apariencias
naturales o empíricas, porque está más allá de tales apariencias y
constituye su estructura necesaria, solamente reconocible con el
pensamiento. La caracterización de esta estructura la da Parménides
recurriendo a lo que hoy llamamos una categoría de la modalidad: la
necesidad. El ser verdadero o auténtico, el ser del que no se puede dudar
y que sólo el pensamiento puede observar, es el ser necesario. "El ser es y
no puede no ser" (fr. 4). Es ésta una respuesta que la investigación
ontológica daría a la misma pregunta durante siglos y más siglos y que,
desde cierto punto de vista, es también la única respuesta que ella puede
dar. Una consecuencia inmediata de la misma es la negación de lo posible:
ya que lo posible es lo que puede no ser y, según Parménides, lo que
puede no ser, no es. En efecto, dice Parménides "nada hay que impida al
ser llegar a sí mismo" (fr. 8, 45): esto es, que le impida realizarse en su
plenitud y perfección. Los Megáricos (§ 37) expresarán esto mismo con el
teorema "lo que es posible se realiza, lo que no se realiza no es posible".
La forma poética no es para el pensamiento de Parménides, tan
inflexible en su lógica rigurosa, una vestidura de ocasión. La dicta el
entusiasmo del filósofo que en el camino de la investigación puramente
racional, la cual no concede nada a los sentidos y a la apariencia, ha
encontrado el camino de la salvación humana. Parménides es
verdaderamente pitagórico —en el sentido en que lo será Platón— por su
convicción indestructible de que, solamente mediante la investigación
rigurosamente conducida, el hombre puede alcanzar sin peligro la verdad.
La imagen con que comienza el poema de Parménides, del sabio
transportado por yeguas fogosas "incólume (a)sinh/j) a través de todas las
cosas, por la ruta famosa de la divinidad" (fr. 1), manifiesta toda la fuerza
de una convicción de iniciado, que tiene fe, no en ritos o misterios, sino
sólo en el poder de la razón indagadora. Así, en la personalidad de
Parménides, por vez primera en la historia de la filosofía, se traban
íntimamente el rigor lógico de la investigación y su significado existencial.
La "terribilidad" de Parménides consiste precisamente en la extraordinaria
potencia que en él adquiere la investigación lógica, enraizada como está en
la fe en su fundamental valor humano. Se ha visto a veces en Parménides
el fundador de la lógica; pero esto es demasiado o demasiado poco para
él. Si por lógica se entiende una ciencia en sí, que sirva de instrumento
para la investigación filosófica, nada es más extraño a Parménides que una
lógica así entendida. Pero si por lógica se entiende la disciplina intrínseca
de la investigación, entonces Parménides es el fundador de la lógica. Por otra
parte, la pura técnica de la investigación podrá convertirse, con Aristóteles,
en objeto de una ciencia particular sólo después de que Parménides y Platón
habrán mostrado de hecho todo su valor.

BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofía, Barcelona, HORAS S.A, 1994.





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