martes, 5 de marzo de 2013

PITAGORAS



La tradición ha complicado con tantos elementos legendarios la figura de
Pitágoras, que resulta difícil diseñarla en su realidad histórica. Las
indicaciones de Aristóteles se limitan a pocas y simples doctrinas, referidas
en la mayoría de los casos no a Pitágoras, sino en general a los pitagóricos; y
si la tradición se acrecienta a medida que se aleja en el tiempo del Pitágoras
histórico, esto es signo evidente de que se enriquece con elementos
legendarios y ficticios, que poco o nada tienen de histórico.
Hijo de Mnesarco, Pitágoras nació en Samos, probablemente en el 571-70,
fue a Italia en el 532-31 y murió en el 497-96 a. de J. C. Se dice que fue
discípulo de Ferécides de Siro y de Anaximandro y que viajó por Egipto y por
los países de Oriente. Lo que hay de cierto es que de Samos emigró a la Magna
Grecia y se domicilió en Crotona, en donde fundó una escuela que fue también
asociación religiosa y política. La leyenda representa a Pitágoras como profeta
y obrador de milagros; su doctrina le habría sido transmitida directamente por
su dios protector, Apolo, por boca de la sacerdotisa de Delfos, Temistoclea
(Aristóxeno, en Diog. Laer., V I I I , 21).
Es muy probable que Pitágoras no haya escrito nada. Aristóteles, en efecto,
no conoce ningún escrito suyo; y la afirmación de Jámblico (Vida de Pit., 199)
de que los escritos de los primeros pitagóricos hasta Filolao se habrían
conservado como secreto de la escuela, no tiene valor más que como prueba del
hecho de que aún más tarde no se poseían escritos auténticos de pitagóricos
anteriores a Filolao. Esto sentado, es muy difícil dilucidar en el pitagorismo la
parte que corresponde a su fundador. Sólo una doctrina se le puede atribuir
con absoluta certidumbre: la de la supervivencia del alma después de la muerte
y su transmigración a otros cuerpos. Según esta doctrina, que Platón (Gorg.,
493 a) se apropió, el cuerpo es una cárcel para el alma, que la divinidad na
encerrado ahí como castigo. Mientras el alma se encuentra en el cuerpo, tiene
necesidad del mismo, pues sólo por medio de éste puede sentir; pero cuando
está fuera de él, vive una vida incorpórea en un mundo superior. El alma vuelve
a esa vida, si se purifica durante la vida corpórea; en caso contrario, vuelve
después de la muerte a la cadena de las transmigraciones.



BIBLIOGRAFIA
ABBAGNANO, Nicolas, Historia de la filosofía, Barcelona, HORAS S.A, 1994

No hay comentarios:

Publicar un comentario